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miércoles, 2 de julio de 2008

MI INFANCIA EN EL CAMPO

Cuando era niña, alrededor de los años de 1960, vivía en una comunidad de Puerto Plata; un campito, donde casi todas las personas éramos familia.

Mi familia la componían mi padre, mi madre, mi hermana y un miembro que estaba en camino de venir, que resultó ser un varón; mi hermano.

La vida allí resultaba muy sencilla, aunque llena de necesidades. Todos éramos muy pobres… Aunque nunca hacía falta la comida, esta era muy repetitiva… Arroz, harina de maíz, (la cual yo detestaba), habichuelas, y las carnes se consumían los domingos, o días festivos, también se consumían durante los velatorios de algún fallecido… Lo que si recuerdo es que había leche en abundancia, pues en esa zona casi todos pobladores eran ganaderos.

Por aquellos tiempos, no había electricidad en la zona, ni se imaginaba uno lo que era una televisión y “teléfono” ¡ni se diga! Es decir, signo de modernidad, ninguno. Pero puedo decir que “era feliz”; quizás porque lo que no conocemos no nos hace falta… O no sé.

Lo que si recuerdo es que en nuestra comunidad todos eran muy unidos. Cuando había grandes trabajos a realizar, toda la comunidad se ponía manos a la obra, pues así terminaban mucho más rápido.

Por ejemplo:


Cuando, se una construía un bohío (vivienda) de uno de los del grupo, todos participaban. Aquello se hacía regularmente cuando alguna pareja contraía matrimonio, o cuando llegaba alguien nuevo a la comunidad que no tenía donde alojarse, o simplemente para reconstruir alguna que estuviera deteriorada. Parecería extraño en estos tiempos estas acciones de que la comunidad te construyera “tu casa” de manera gratuita, pero en aquel tiempo esto era común que la gente se ayudara unas con otras.

Los hombres se juntaban para recopilar los materiales de construcción en los montes de los alrededores, que consistían generalmente en madera de robles, madera de un árbol llamado quebrada honda, el tronco de matas de palmas y hojas de matas de canas (otra variedad de palma).

Aunque, no todos los lugares eran propicios para recolectar dichos materiales, pues si el terreno era una propiedad privada, había que pedir un permiso a los dueños, los cuáles regularmente aceptaban sin ningún inconveniente.

Luego de la recolecta de los materiales, estos se transportaban por los montes arrastrados con la ayuda de burros.

Una vez se contaba con todos los materiales, se empezaba la construcción… Con motivo de tal acontecimiento, todos los hombres comenzaban a entonar “salves” (canciones religiosas, muy repetitivas), unos cantaban la primera parte y los otros respondían. De esta manera realizaban el trabajo de una forma más amena y en un solo día estaba el bohío prácticamente listo.

Por otro lado, las mujeres ayudaban cocinando para todos los que allí trabajaban y la comida iba por cuenta del dueño de la casa que se estaba construyendo…

Así pasaban los días en esta comunidad, casi todos trabajaban en el campo, incluyendo mis padres.


En temporada de cosecha de maíz o tabaco, que eran los principales cultivos del lugar, todo el mundo se juntaba a recoger las cosechas.

Yo adoraba los campos de maíz, pues sentía que en ellos se desplegaba un sutil perfume arrullador, que me envolvía todos los sentidos… Me pasaba todo el tiempo en medio de los campos observando las mazorcas de maíz, las cuales en su parte superior poseen un pelillo que le llaman “barba del maíz”. Para mí, esto representaba en cierta forma una especie de “muñeca” (aunque en ese entonces nunca había visto una muñeca de verdad) ya que “la barba del maíz” crece de diferentes colores: rubio, dorado, rojo, morado, blanco… entre otros tonos. Entonces, yo me pasaba todo el tiempo haciéndoles trenzas a las mazorcas.

Pero en verdad, lo que más me gustaba de todo aquello era cuando llegaba la tarde. Siempre nos juntábamos todas las familias cercanas, en una de las casas vecinas. Por lo regular, vivíamos cerca unos de otros…

Por ejemplo:

En algunas ocasiones nos reuníamos todos en la casa de mi tía Flora alrededor del “fogón” (este es un lugar donde se cocían los alimentos, que consistía en un molde de tierra sedimentada en forma de herradura, donde en medio se pone leña al fuego) donde mi tía preparaba la cena. Entonces, cualquiera de los allí presentes, empezaba a relatar cuentos, los cuales narraban con gran pasión y convicción.

Un día fue el turno de mi tío Fabio de narrar un cuento. Este decidió contar una historia referente a los muertos, que según él, era verídico.

Recuerdo que comenzaba diciendo:

- Compadre la envidia es mala, muy mala… Y la gente debe pensar muy bien cuando tratar de engañar a otros.

- Pues sí compadre. -Decía mi tío:

Resulta que al primo jacinto, su papá le dio una “botija en sueño”, para él y su hermano pedro.

La buscaron entre los dos. La sacaron a media noche como el muerto les pidió.
Jacinto, que era el hermano mayor, llevó la botija a su casa para dividirse el botín con su hermano al día siguiente.

Pasaron varios días y Jacinto no le entregaba la parte que le correspondía a su hermano menor.
Por su parte, Pedro se sentía muy mal por esta situación, pero no se atrevía reclamarle a su hermano.

Así, los días seguían pasando… Y Jacinto no daba muestras de querer repartir el botín.
Una cierta tarde, Jacinto dice a su esposa:

-Vamos a casa de pedro a visitarlo.

Pero en ningún momento este hablo de llevarle a pedro el dinero que le correspondía.

Cuando salieron para casa de pedro, ya caía la noche.

A mitad del camino, Jacinto voltea a mirar a su casa y ve que su vivienda esta en llamas.

Entonces dice a su mujer:

-Ven mujer, nuestra casa se quema.

Regresaron a su casa y cuando llegaron a la misma, la vivienda estaba intacta.
Nada se había quemado, ni señas de incendio.
Entonces Jacinto se asustó, decidió quedarse en su casa y no ir a donde pedro.
Esa noche, Jacinto soñó que su padre venía en sueños y le decía:
“-Jacinto, si no entregas a tu hermano la mitad de lo que le pertenece, o de lo contrario todos tus bienes perecerán en el fuego, así como viste tu casa en llamas.”

Entonces, al día siguiente, Jacinto entregó a su hermano la mitad de la botija.

FIN

(Una botija, es una especie de vasija de barro cocido. Una “botija en sueño” hacía referencia a que en aquel tiempo, los campesinos, al no existir “bancos” para guardar dinero (generalmente monedas) y sus objetos de valor, éstos utilizaban las botijas en su lugar; las que luego ponían bajo tierra. Muchas veces los dueños de estas botijas, morían sin revelar el lugar donde habían enterrado su “tesoro”. Según la creencia, las botijas solo podían ser extraídas a media noche, por la persona a quien le fuere revelado el escondite a través de sueños.

Debido a esta costumbre campesina de Puerto Plata, puedo afirmar que aún hoy en día se siguen encontrando botijas. Incluso sé, que se han descubierto botijas con monedas de oro de hace más de quinientos años, de la época de la colonización española.)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola!! que hermoso haberte criado en ese ambiente tan solidario, esa sería la filosofía verdadera de vivir en SOCIEDAD, no? Pero ya todo el capitalismo lo corrompe y tus historias parecen cuentos de ficción, que tristeza.
Quiero pedirte más datos de la foto que publicaste, es tuya? Es hermosa! haces fotos? podrías mostrarme más?

Saludos! espero volvamos a la naturaleza bien pronto